
Tenemos que partir de la idea básica que la experiencia del colaborador trata de personas. Debemos ofrecer lo máximo como organización para que nuestros colaboradores se sientan comprometidos, valorados y únicos. De ser capaces de crear “entornos que importan” durante su vida profesional en la organización.
Es un camino arduo y lleno de obstáculos, pero es el presente y futuro de las organizaciones y del liderazgo centrado en personas.
Tenemos que ser capaces de crear experiencias y momentos a lo largo de su ciclo vital en nuestras organizaciones para fomentar los valores y actitudes que generan engagement. Ser capaces de detectar, atraer y desarrollar el talento de manera que sus horas de trabajo (sean las que sean y donde sean) pasen a ser experiencias motivadoras y cargadas de propósito y sentido.
Puede sonar irreal para muchas organizaciones y más en momentos como los actuales de mucha incertidumbre laboral, pero es la única manera de tener a los mejores profesionales y poder despertar ese talento muchas veces oculto pero existente y que, obviamente, redundará en excelentes resultados y éxitos para nuestra organización.
Algunos dirán que la experiencia del colaborador va mucho más allá de la generación de compromiso o engagement pero es el principal indicador que mediante acciones y conductas permite obtener mejores resultados gracias a un entorno que propicia momentos únicos, positivos y enriquecedores para el conjunto de los colaboradores y de la organización.
Parece que, afortunadamente, existe el objetivo real de centrarse en las personas como el eje principal sobre el que deben girar todos los procesos y estructuras empresariales. Las organizaciones están cada vez más focalizadas en cómo gestionar el talento que poseen y cómo ser capaces de crear un verdadero “engagement” entre sus colaboradores.
En definitiva, crear entornos “motivadores” en los que mejorar la productividad y el sentido de pertenencia a un proyecto vivido como propio.
La meta deseada, desde este enfoque, será obtener excelentes resultados con personas altamente motivadas y comprometidas con los valores y objetivos de la compañía. Pero lo más importante es que serán personas “felices” y altamente productivas.
Aunque parezca mentira y no lo es, por fin nos hemos acabado de creer que los objetivos y resultados tienen que ser lo más importante para una empresa pero no a cualquier precio.
Hasta no hace mucho y por decirlo de una manera suave, las empresas utilizaban a las personas únicamente como herramientas de consecución de objetivos. Prácticamente no importaba lo que pensaban, sentían y podían aportar. El grado de autonomía e innovación era escaso o nulo.
A día de hoy las cosas están empezando a cambiar. Demasiado lentamente pero están cambiando.
Es casi “obligatorio” ser una organización orientada a resultados y a clientes pero sin olvidarnos nunca que las empresas las forman las personas. Caemos muy a menudo en el error de pensar que la empresa es un ente con vida propia fuera de las personas que la componen, y no es así ni debería serlo.
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